Simone Weil a propósito de la recitación del Padre nuestro en griego:
"A veces –cuenta a Perrin– ya las primeras palabras separan mi pensamiento de mi cuerpo para transportarlo a un lugar fuera del espacio, donde no hay ni perspectiva ni punto de vista. El espacio se abre. A la infinidad del espacio ordinario de la percepción le sustituye una infinidad de la segunda o a veces la tercera potencia. Al mismo tiempo, esta infinidad de infinidad se llena completamente de silencio, un silencio que no es ausencia de sonido, sino objeto de una sensación positiva, más positiva que esa de un sonido. Los ruidos, si los hay, llegan a mí solo después de haber atravesado ese silencio. Y a veces, durante estas recitaciones o en otros momentos, Cristo está presente en persona, pero con una presencia infinitamente más real, más tocante, más nítida y llena de amor que esa de la primera vez que me ha llevado».
No hay comentarios:
Publicar un comentario